Negar nuestros instintos. La realidad de la naturaleza que nos caracteriza. Cuando el odio es siempre la primera respuesta. La más fácil, la simple, la que todos conocemos.
Defendernos implica violencia. La vida es agresiva.
Dejar que todo se vaya con el aire. Hacer de tu pasado fragmentos que se desprenden. Sentir el alivio que nos deja lo lejano. Los momentos del pasado quedan ya en el recuerdo, dejando en un lienzo todo aquello que ya no es nuestro.
La realidad aleja el misticismo, pero nos acerca a lo inteligible. Hace que lo profano sea sólo una palabra, no una barrera que nos impide el paso. La religión era obligación de todos, pero refugio de nadie.
El rechazo es un buen indicio de que hacemos lo correcto.
Símbolo de honor y vergüenza que no debemos olvidar. La idea más sagrada que fue teñida por la sangre de millones de inocentes. Se buscó la libertad, pero se obtuvo la muerte.
Cuando el recuerdo no es suficiente, queda la imagen como testigo.
La soledad de un hombre que se busca así mismo. La identidad perdida que jamás encontramos. Vidas románticas que se crean así mismas. Independencia del mundo buscando nuestro propio camino.
Todos hemos sido Caspar David Friedrich en algún momento de nuestra vida.
Concentrar nuestra mente en un punto. Definir la realidad en un objeto. Plasmar el universo en un lienzo. Construir con arena todo aquello que existe, porque nada permanece estable.
Tenemos todas las respuestas, pero no sabemos las preguntas.
Construir una fantasía para huir de la realidad. Una cárcel de tu propia vergüenza, que oculta lo que realmente eres. Atando con cadenas de oro, el sueño que nunca llegaste a tocar.
Los palacios no siempre hablan de cuentos de hadas.
Hay puentes que se derrumban antes de ser fabricados. Caminos que no llegan a ningún sitio. Historias que pierden el sentido antes de haber comenzado. Conversaciones que jamás empezaron. Corazones que nunca amaron.
Rescató el sentimiento más puro, que vivía oculto en la piedra. Nos regaló el icono, que todos los amantes buscamos. La ternura de un gesto, tallado en la dura y fría piedra de mármol.
El amor quiere parar el tiempo. Rodin pudo congelar un beso.
Los hombres siempre han realizado enormes monumentos para dignificar su nombre. Pasando así a la historia por sus obras, antes que por ser personas. Poco importa lo que significa esta catedral para un profano, mi admiración llega de su piedra.
He robado una catedral a su autor, para recordar lo que un día fui.
Encontrar un cuadro que diga quien eres, es mirar un espejo del alma. Thomas Cole jamás supo de mi nombre. Nunca imaginó mi existencia. Aunque pintó para mí, el lugar en el que siempre me pierdo.
El borde de mi tristeza. La frontera de mi locura. El infierno al que nunca querré entrar.
Cuando alguien se queda sin palabras, es el momento exacto para decir algo importante. Existen situaciones en las que todo parece perder sentido. Las reglas son borradas, arrancándonos nuestra dignidad.
Picasso nos recordará siempre la vergüenza de haber caído tan bajo.
Cuando el propio arte se convierte en misterio, la técnica en enigma, o el artista en mito. Con seguridad, hablamos de una obra que pasará a la historia. En el caso de Raimundo Di Sangro, toda su vida se envuelve de arte y misterio.
Un alquimista que supo encontrar en el arte la inmortalidad.
Volver a lo urbano para mostrarnos el futuro, es la forma tan peculiar que tienen José Arturo Martín y Javier Sicilia de mostrarnos su mundo. La respuesta personal a los problemas que se repiten, utilizando técnicas tradicionales.
La genialidad de hacer arte con lo sencillo y lo obvio.
Sentirse pequeño entre sus murallas. Pasear por sus jardines, retrocediendo a un tiempo que nunca hemos vivido. Imaginar que un día, aquel monumento era vida y muerte.
Vivimos en una época en la que el pasado es tradición. Se nos agotó la capacidad de inventar.
Hablar de la vida y la muerte es perdernos en la mística. Comprender que la religión es algo más que miedo, doctrinas y fe. La pintura para acercarnos a lo desconocido.
El arte no inventa sentimientos, los representa. Para así, poder ver más allá de las imágenes.
La obra de Goya toca el corazón del profano. Es mucho más fácil sentir su mensaje cuando no pretendes entender nada. Al mirar un lienzo de este autor, te pierdes en su historia, en los detalles. Te sientes pequeño al saber que admiras una obra de arte.
Saturno y yo nos miramos por primera vez, siendo muy niño. Jamás he vuelto a conmoverme tanto como aquel día.